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¿Quiénes
son los cuatro seres vivientes del Apocalipsis?
¿que significan los cuatro seres vivientes?
INTRODUCCIÓN
Los cuatro seres vivientes -o el tetramorfo[1]-, son los roles de la Divinidad en la
Historia de la Salvación.
Tanto en la profecía de Ezequiel, como en el libro del Apocalipsis según Juan
podemos ver la descripción de estas cuatro figuras de lo que los hagiógrafos,
-los escritores sagrados-, describen como seres con rostros de hombre, buey,
león y águila. Seres que son presentados en cercana relación con Dios y que han
generado en algún punto cierta sensación de cosa oculta y a la vez –quizás-, de
las visiones más extrañas e inquietantes de la Biblia.
Todo en la Biblia tiene su sentido, su motivo de ser, y para su explicación es
necesario analizar la historia de la Salvación, su desarrollo, y cómo Dios
interviene en la historia de la humanidad en su deseo de rescatarla de las manos
del enemigo, -del Satán-, para llevarla a la redención.
Estos seres vivientes son clave, reflejo y metáfora de esa tarea a la que Dios
se aboca, y expresan los mecanismos, y tal vez sistemas utilizados para ese fin
al interactuar en el desarrollo de la vida humana desde sus albores hasta el fin
de los tiempos. Estos mecanismos, -podríamos decir-, son lo que llamamos los
roles de la divinidad en la historia de la salvación. Roles, facetas, funciones
que interpreta Dios y asume a través del Verbo para la tarea trascendental.
1 Tetramorfos (del griego τετρα, tetra, “cuatro”, y μορφη, morfé, “forma”).
ANTECEDENTES
Simbolismo literario y artístico
Los autores cristianos dotaron de un rico simbolismo a los vivientes, siendo los
comentarios de Ireneo y Jerónimo los de mayor repercusión artística.
Ireneo (s. II, Contra los herejes) fue, posiblemente, el primero en relacionar
los vivientes y los evangelistas, asociando el águila a Marcos y el león a
Juan[2]. Sin embargo, en las obras de arte, si bien se mantiene la relación
tetramorfo-evangelio, se invierte la asociación de Ireneo, de modo que el águila
va unido a Juan y el león a Marcos.
San Jerónimo en el siglo IV (Comentario a Ezequiel) sostuvo también que cada uno
de los seres era uno de los evangelistas. Así pues –según San Jerónimo-, el
hombre simbolizaría a Mateo, porque su evangelio se inicia con la genealogía
humana de Cristo; el león a Marcos, porque inicia su texto nombrando a Juan
Bautista, voz que clama en el desierto (Mt 1,3), y el león era un animal de
desierto; el toro a Lucas porque abre su relato con el sacrificio de Zacarías,
siendo el toro un animal sacrificial; y el águila a Juan, porque su escrito es
el más abstracto y el que se eleva sobre los demás. Sus asociaciones se
trasladaron literalmente al arte.
Para otros autores, como San Ambrosio (s. IV)[3], Gregorio Magno (s. VI)[4],
Honorio de Autun (s. XII)[5] o Pedro de Capua (s. XII-XIII)[6], los vivientes
harían referencia a la encarnación, muerte, resurrección y ascensión de Cristo,
o lo que es lo mismo: Christus erat homo nascendo, vitulus moriendo, leo
resurgendo, aquila ascendendo. La vinculación entre león y resurrección que
plantean estos autores fue también desarrollada en los bestiarios medievales,
que a su vez se inspiraban en el Fisiólogo (escrito anónimo procedente tal vez
de Alejandría del siglo II)[7]. Sin embargo, esta lectura simbólica no tuvo
trascendencia artística ni teológica.
Iniciamos nuestro camino con el primer relato del libro del Génesis en el que
leemos que en el sexto día Dios crea a la humanidad, teniendo en mente que los
días narrados en el Génesis no son días de 24 horas, sino los días en que el
observador de la visión, narrador de la visión, accedió a ella.
Dios le muestra a alguien, -posiblemente Moisés-, cómo realizó la creación de
nuestro planeta y lo hace en siete días, y a medida que avanza este proceso
accedemos a determinado detalles fundamentales como es el de la decisión de Dios
de darnos –a los humanos-, su imagen y semejanza, detalles cruciales y
fundamentales del ser y motivo de la tribulación humana y de su salvación.
Leamos:
“Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y
manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en
todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra.
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos
y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de
los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»
Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de
toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros
será de alimento. Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda
sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda la hierba verde les doy de
alimento.» Y así fue.
A través del relato del Edén Dios nos muestra quién es el culpable del error humano, no sólo deja en evidencia quién es el responsable sino que además nos da las herramientas para defendernos de este mal “asesoramiento”, de este “instigador”. El Edén es una re-creación simplificada del proceso general de lo que la humanidad padecía fuera del Edén, y que debía corregirse para evitar el sufrimiento inútil e innecesario de la cual ella era objeto. Pero para que esto ocurriera primero era necesario que los hombres entendieran lo que estaba pasando, y supieran quién era el responsable. Por eso Dios toma un sitio que aún no había sido “labrado”, -dice el texto-, y allí, en este punto de la narración es que debemos recordar que la labranza es una actividad moderna lo cual nos indica un momento temporal en la historia, el Edén se ubicaría en una época de la humanidad en que ésta ya estaba asentada en ciudades o poblados y que realizaba actividades de labranza, lo cual nos da una perspectiva de todo el tiempo que había pasado para la humanidad y su desarrollo y en qué punto del desastre del engaño del Satán se encontraba.
Como decíamos antes el sacrificio animal no fue algo dado por Dios, o deseado
por Dios. No es algo que Dios haya querido, deseado, o proyectado para la
humanidad. De hecho recordando el Génesis 1 debemos volver sobre que el proyecto
inicial de Dios era que la comida de la humanidad debía ser los granos de las
plantas, las semillas y los frutos de los árboles. Claramente Dios nunca deseó
ni contempló que la gente se comiera a los animales ni que los matara en ofrenda
para Él, menos aún a dioses inexistentes. Por lo tanto es claro que los
sacrificios a los dioses fue una idea del enemigo, así que lo que hace Dios es
tolerar este error humano y a partir de allí lleva a la humanidad a terminar
para siempre con esa locura del sacrificio.
Para realizar esta tarea inicia con Abel, el primero en realizar una sustitución
del sacrificio humano por el sacrificio de un animal, un animal de su rebaño sin
hacer un sacrificio humano que bien podría haber sido matando a Caín su hermano,
ya que Abel no tenía hijos ni esclavos.
Recordemos el becerro de oro en el desierto cuando Moisés tardó en bajar del
monte y el pueblo pensó que ya no regresaría. Moisés demoró en bajar, el pueblo
creyó que su líder había muerto y entonces le pidieron a Aarón, el hermano de
Moisés que les hiciera una imagen de lo que ellos creían que era el dios que los
había sacado de Egipto (Éxodo 32). Ese dios -que ellos creían que era Yahveh-,
era el dios El, un dios de la zona cananea representado por un becerro. Este
dios El da lugar a Eloa, Alá, a Elohim, Elohenu, como vemos el pueblo no escuchó
a Dios cuando habló con Moisés y no terminó de comprender que ese dios El no era
YAHVEH.
Recordemos la historia de Moisés y la zarza ardiente, cuando Moisés pastaba el
rebaño de su suegro Jetró y vio una zarza ardiente que no se apagaba.
Entonces tenemos al viviente con rostro de hombre, porque es uno de los roles de la divinidad –el Verbo-, encarnando como hombre, 100% hombre, nacido de una mujer –el evangelio de Mateo-, por otro lado es el animal al sacrificio, un animal que debe ser sacrificado en cumplimiento de las normas del enemigo, el príncipe de este mundo, y por eso Jesús –como dice Juan el bautista-, es el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. El evangelio de ese rol del animal al sacrificio es Lucas. Luego el rol del león de la tribu de Judá, el judío. Un integrante del pueblo hebreo, del pueblo elegido, un descendiente de Adán, que lo vemos a través del evangelio de Marcos. Y al final el Verbo siendo completamente Dios, completamente trascendental. Ese rol nos lo muestra más claramente el evangelio de Juan y el libro del Apocalipsis.
Para comprender quién es Jesús debemos leer el evangelio de Juan, que dice:
“En el principio era la Palabra (el Verbo, el Logos), y la Palabra estaba junto
a Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo
por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe” (Juan 1)
Juan nos está diciendo que el Verbo de Dios, la Palabra de Dios ha sido
“personalizada” por Dios y tiene cierta separación de Dios, del “Padre” como lo
llama Jesús. Esta separación, esta personalización la hace Dios en función de
otorgar a sí mismo ciertas facetas de sí mismo. Entonces Dios que es lo único
existente hace que su Palabra tenga esta capacidad de ser, de tener existencia
libre aun siendo parte de la divinidad, y a través de ella todo lo creado es
manifestado, decimos manifestado por que Dios manifiesta por la palabra, por el
Verbo, por el Logos, lo que no había sido manifestado, y trae a la existencia lo
que no existía.
Juan dice: en el principio estaba la palabra, porque la palabra existe desde
siempre porque es parte de Dios, por lo tanto no tuvo un comienzo, siempre
existió. Luego dice: “la palabra estaba con Dios”, pero en el original griego en
realidad dice que la palabra esta vuelta hacia Dios, cómo atenta a la voluntad
del “Padre”, para llevar adelante los proyectos, designios, deseos. Entonces nos
dice que: “Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe”,
justamente porque es por la palabra que todo es manifestado. Al punto que al
volver a leer el Génesis 1 leemos: “Bereshit bará Elohim”, Bereshit es en el
principio, Elohim es Dios, recordemos que esta palara tenía su raíz en el dios
El, y “bará” significa manifestar, aunque por lo general se traduce como crear,
porque Dios no crea, Dios manifiesta. El hombre crea a partir de lo manifestado
por Dios, pero el que manifiesta lo no manifestado es sólo Dios por su Palabra,
el Logos, el Verbo. Ese Verbo, al encarnar terrenalmente en la historia de la
Salvación es Jesús, Yeshua. Yeshua que significa Yahveh salva, o Yahveh sana. En
arameo es Yeshu (sin la a), y en español Jesús.
Jesús que es el Verbo de Dios que encarna como humano a través de una mujer
humana, María. Una mujer judía, ya que el Mesías debía ser judío, justamente el
pueblo hebreo es creado por Dios para enderezar los caminos de la humanidad,
corregir los errores de politeísmo, idolatría, sacrificios humanos y animales, y
al final pagar el rescate de la humanidad de la manos del Satán en cumplimiento
de un acuerdo entre Dios y el Satán que no conocemos pero por el que el
engañador tiene la potestad de administración del mundo y puede poner este tipo
de normas y reglas, normas y reglas que no son de Dios y justamente por eso es
que Dios lo tolera y en su mismo juego le paga según sus normas.
¿Quiénes son los cuatro vivientes de la profecía de Ezequiel?
¿Que significan los seres vivientes de Ezequiel?
Veamos la visión del profeta Ezequiel que también nos muestra al tetramorfo:
Ez 1: 3: “la palabra de Yahveh fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí,
en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y allí fue sobre él la mano
de Yahveh.
Yo miré: vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego
fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en
medio del fuego.
Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente:
tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno.“
Vemos aquí que los “vivientes” tienen forma humana, ya que son roles de la
divinidad, del Verbo, en la historia humana. Cuatro caras, una por cada rol, y
las alas que transmiten la idea de hacer con celeridad la voluntad de Dios.
“Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña
del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas
manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus
alas, las de los cuatro. “
Vemos la “pezuña de buey” y recordamos al dios El, al becerro de oro, y a los
sacrificios de animales que terminarían, desembocarían en el cordero de Dios.
Los evangelios son cuatro, Lucas, Mateo, Marcos y Juan, y justamente son
cuatro porque cuatro son los roles de la divinidad en la historia de la
Salvación. Cada uno de ellos presenta la historia de Jesús desde esa
perspectiva, desde la perspectiva del rol trascendental.
Por un lado tenemos el número 4 que tiene que ver con lo humano, ya que es la
historia de la Salvación de la humanidad, y el 4 representa los cuatro puntos
cardinales, las cuatro estaciones, la Trinidad más el hombre 3+1.
Los números en la Biblia son de valoración, Dios 1 y 3, lo humano 3+1: 4, la
humanidad en la interacción con Dios 3 (de Dios) x 4 (de lo humano): 12.
12 son las tribus de Israel. 12 son los apóstoles.
Recordemos el texto del libro del Apocalipsis, el libro que es las Revelaciones
de Jesucristo, y es el libro de las revelaciones justamente porque ese libro
revela aquello que estaba oculto al entendimiento con respecto al Verbo y a sus
roles. Cada viviente es en realidad Jesús, y los cuatro hacen una vez más a
Jesús. Sólo que Jesús aparece facetado para que podamos acceder a entender sus
roles.
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