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Elias y Eliseo - La Biblia 21/12/2024
ELÍAS Y ELISEO. ¿QUIZAS ANGELES?...
Dios envía al profeta Elías
En los tiempos del reinado de Ajab en Israel, mientras era Asá rey en Judá vivió
el profeta Elías tesbita, de Tisbe de Galaad.
Como Ajab había tolerado y agravado la degradación de Israel, no veía con buenos
ojos a Elías, quien era un profeta de Dios que se mantuvo, en todo momento,
firme en el cumplimiento de las leyes y preceptos de Yahveh y, por este motivo,
se transformó en su enemigo acérrimo.
Mientras Elías hacía milagros en nombre de Yahveh, Ajab adoraba a dioses falsos
como Baal.
"Elías tesbita, de Tisbé de Galaad,
dijo a Ajab: "Vive Yahveh, Dios de Israel, a quien sirvo. No habrá estos años
rocío ni lluvia más que cuando mi boca lo diga". Fue dirigida la palabra de
Yahveh a Elías diciendo: "Sal de aquí, dirígete hacia oriente y escóndete en el
torrente de Kerit que está al este del Jordán. Beberás del torrente y encargaré
a los cuervos que te sustenten allí".
Hizo según la palabra de Yahveh, y se fue a vivir en el torrente de Kerit que
está al este del Jordán.
Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y bebía del
torrente.
Al cabo de los días se secó el torrente, porque no había lluvia en el país.
Le fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo: "Levántate y vete a
Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que
te dé de comer".
Se levantó y se fue a Sarepta.
Cuando entraba por la puerta de la ciudad había allí una mujer viuda que recogía
leña. La llamó Elías y dijo: "Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu
jarro para que pueda beber". Cuando ella iba a traérsela, le gritó: "Tráeme, por
favor, un bocado de pan en tu mano". Ella dijo: "Vive Yahveh tu Dios, no tengo
nada de pan cocido: sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de
aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y
para mi hijo, lo comeremos y moriremos". Pero Elías le dijo: "No temas. Entra y
haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y
luego la harás para ti y para tu hijo. Porque así habla Yahveh, Dios de Israel:
No se acabará la harina en la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta
el día en que Yahveh conceda la lluvia sobre la haz de la tierra. Ella se fue e
hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su hijo. No se acabó la
harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza, según la palabra que
Yahveh había dicho por boca de Elías.
Después de estas cosas, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo, y la
enfermedad fue tan recia que se quedó sin aliento. Entonces ella dijo a Elías:
"¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar
mis faltas y hacer morir a mi hijo?". Elías respondió: "Dame tu hijo". El lo
tomó de su regazo y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó
en su lecho; después clamó a Yahveh diciendo: "Yahveh, Dios mío, ¿es que también
vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo morir a su hijo?".
Se tendió tres veces sobre el niño, invocó a Yahveh y dijo: "Yahveh, Dios mío,
que vuelva, por favor, el alma de este niño dentro de él". Yahveh escucho la voz
de Elías, y el alma del niño volvió a él y revivió. Tomó Elías al niño, lo bajó
de la habitación de arriba de la casa y se lo dio a su madre. Dijo Elías: "Mira,
tu hijo vive". La mujer dijo a Elías: "Ahora sí que he conocido bien que eres un
hombre de Dios, y que es verdad en tu boca la palabra de Yahveh"." (I Reyes
17:1-24).
Recordemos que Ajab reinaba por Israel y Samaría era tierra de Israel. El pueblo elegido se había dividido y estaba por un lado Israel y por otro Judá. Jezabel es la mujer de Ajab, una persona vil y sin escrúpulos.
"Pasado mucho tiempo, fue dirigida
la palabra de Yahveh a Elías, al tercer año, diciendo:
"Vete a presentarte a Ajab, pues voy a hacer llover sobre la superficie de la
tierra".
Fue Elías a presentarse a Ajab. El hambre se había apoderado de Samaría. Ajab
llamó a Abdías, que estaba al frente de la casa -Abdías era muy temeroso de
Yahveh. Cuando Jezabel exterminó a los profetas de Yahveh, Abdías había tomado
cien profetas y los había ocultado, de cincuenta en cincuenta, en una cueva,
dándoles de comer pan y agua. - Dijo Ajab a Abdías: "Ven, vamos a recorrer el
país por todas sus fuentes y todos sus torrentes; acaso encontremos hierba para
mantener los caballos y mulos y no tengamos que suprimir el ganado". Se
repartieron el país para recorrerlo: "Ajab se fue solo por un camino y Abdías se
fue solo por otro. Estando Abdías en camino, le salió Elías al encuentro. Le
reconoció y cayó sobre su rostro y dijo: ¿Eres tú Elías, mi señor?". El
respondió: "Yo soy. Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías". Respondió: "¿En
qué he pecado, pues entregas a tu siervo en manos de Ajab para hacerme morir?
¡Vive Yahveh tu Dios! No hay nación o reino donde no haya mandado a buscarte mi
señor, y cuando decían: "No está aquí", hacía jurar a la nación o al reino que
no te había encontrado. Y ahora tú dices: "Vete a decir a tu señor: Ahí está
Elías". Y sucederá que, cuando me aleje de ti, el espíritu de Yahveh te llevará
no sé dónde, llegaré a avisar a Ajab, pero no te hallará y me matará. Sin
embargo, tu siervo teme a Yahveh desde su juventud. ¿Nadie ha hecho saber a mi
señor lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas de Yahveh, que oculté a
cien de los profetas de Yahveh, de cincuenta en cincuenta, en una cueva, y les
alimenté con pan y agua? Y ahora tú me dices: "Vete a decir a tu señor: Ahí está
Elías". ¡Me matará" Respondió Elías: "¡Vive Yahveh Sebaot a quien sirvo! Hoy me
presentaré a él". Abdías fue al encuentro de Ajab y le avisó, y Ajab partió al
encuentro de Elías. Cuando Ajab vio a Elías le dijo: "¿Eres tú, azote de
Israel?". El respondió: "No soy yo el azote de Israel, sino tú y la casa de tu
padre, por haber abandonado a Yahveh y haber seguido a los Baales. Pero ahora,
envía a reunir junto a mí a todo Israel en el monte Carmelo, y a los 450
profetas de Baal que comen a la mesa de Jezabel".
Ajab envió a todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte Carmelo.
Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: "¿Hasta cuándo vais a estar cojeando
con los dos pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si Baal, seguid a éste". Pero el
pueblo no le respondió nada. Dijo Elías al pueblo: "He quedado yo solo como
profeta de Yahveh, mientras que los profetas de Baal son 450. Que se nos den dos
novillos; que elijan un novillo para ellos, que los despedacen y lo pongan sobre
la leña, pero que no pongan fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré
sobre la leña, pero no pondré fuego. Invocaréis el nombre de vuestro dios; yo
invocaré el nombre de Yahveh. Y el dios que responda por el fuego, ése es Dios".
Todo el pueblo respondió: "¡Está bien!" Elías dijo a los profetas de Baal:
"Elegíos un novillo y comenzad vosotros primero, pues sois más numerosos.
Invocad el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego". Tomaron el novillo
que les dieron, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana
hasta el mediodía, diciendo: "¡Baal, respóndenos!" Pero no hubo voz ni
respuesta. Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho. Llegado el
mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: "¡Gritad más alto, porque es un
dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez
esté dormido y se despertará!" Gritaron más alto, sajándose, según su costumbre,
con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos.
Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la
ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera. Entonces
Elías dijo a todo el pueblo: "Acercaos a mí". Todo el pueblo se acercó a él.
Reparó el altar de Yahveh que había sido demolido. Tomó Elías doce piedras según
el número de las tribus de los hijos de Jacob, al que fue dirigida la palabra de
Yahveh diciendo: "Israel será tu nombre". Erigió con las piedras un altar al
nombre de Yahveh, e hizo alrededor del altar una zanja que contenía como unas
dos arrobas de sembrado. Dispuso leña, despedazó el novillo y lo puso sobre la
leña. Después dijo: "Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el
holocausto y sobre la leña". Lo hicieron así. Dijo: "Repetid" y repitieron.
Dijo: "Hacedlo por tercera vez". Y por tercera vez lo hicieron. El agua corrió
alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua.
A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo:
"Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios
en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas
cosas. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú,
Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones". Cayó el fuego de Yahveh que
devoró el holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas. Todo el pueblo lo
vio y cayeron sobre su rostro y dijeron: "¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!"
Elías les dijo: "Echad mano a los profetas de Baal, que no escape ninguno de
ellos"; les echaron mano y Elías les hizo bajar al torrente de Quisón, y los
degolló allí. Dijo Elías a Ajab: "Sube, come y bebe, porque ya se oye el rumor
de la lluvia".
Subió Ajab a comer y beber, mientras que Elías subía a la cima del Carmelo, y se
encorvó hacia la tierra poniendo su rostro entre las rodillas. Dijo a su criado:
"Sube y mira hacia el mar". Subió, miró y dijo: "No hay nada". El dijo:
"Vuelve". Y esto siete veces. A la séptima vez dijo: "Hay una nube como la palma
de un hombre, que sube del mar". Entonces dijo: "Sube a decir a Ajab: Unce el
carro y baja, no te detenga la lluvia". Poco a poco se fue oscureciendo el cielo
por las nubes y el viento y se produjo gran lluvia.
Ajab montó en su carro y se fue a Yizreel.
La mano de Yahveh vino sobre Elías que, ciñéndose la cintura, corrió delante de
Ajab hasta la entrada de Yizreel." (I Reyes 18:1-46)
Elías realiza nuevas y grandes acciones para mostrar, una vez más, que Yahveh
es el único Dios.
Somos testigos de la preparación del escenario, los años de sequía, la aparición
de Elías, un hombre santo apegado a Dios y sus normas, perseguido por el rey,
quien, al parecer, no termina de decidirse a matarlo. Obviamente no lo hace
porque está protegido por Dios. Ellos deben cumplir con la parte protagónica
asignada por Dios para la futura enseñanza que se dará a los propios y los
ajenos.
Elías ya tiene una fama que lo precede, no es cualquier profeta, es un
representante de Dios. Limpió el reino de Ajab de falsos profetas, y dejó en
evidencia que esos supuestos dioses no existen.
Debemos mantener presente porqué se realizan acciones poderosas en nombre de
Dios y debemos recordar a los que observan, a "los otros".
La actual situación es mucho mejor, en comparación con la que padeció el pueblo
elegido cuando realiza la marcha por el desierto, o cuando ocupan las tierras
del otro lado del Jordán.
Aunque mucha gente intenta mantener la idolatría, la adoración de dioses falsos,
en esta etapa, no se da la degradación de épocas pasadas. Las acciones, los
hechos realizados en tiempos de Moisés y los subsiguientes habían logrado
cambios y a esta altura de los acontecimientos, se aprecia que se alcanzó parte
del objetivo. El "terreno" de la humanidad estaba mucho más ordenado y limpio,
ya no era aquel basural del comienzo, ahora se podía empezar a plantar algo más,
se podía comenzar a edificar algo.
Por ello, se nota que Dios tiene cierta paciencia, una paciencia que no habíamos
visto antes con Moisés. Es otra época. Hubo una evolución espiritual, lenta,
pero clara. Tal vez no está explícita en el texto, pero sí si tomamos de
referencia las diferentes y nuevas reacciones de Dios.
Si al principio parecían reacciones desmedidas en las que Dios abría la tierra y
tragaba a quienes habían ido contra sus leyes, o hacía que su ejército llevara
políticas de tierra arrasada, ahora casi es irreconocible, ¿qué pasó? ¿qué había
cambiado? En Dios nada, Él era el mismo de antes, mil, dos mil, tres mil años no
son nada para Dios, Él no cambia de opinión, ni es caprichoso. Lo que había
cambiado era la situación de base, de origen.
La extrema degradación de los hombres, que lo había llevado a tomar acciones
implacables como las de Sodoma y Gomorra, ya no estaba presente. Ahora era
tiempo de correcciones de rumbo, en algunas ocasiones debía de hacerse con más
fuerza, en otras de manera más suave.
Ahora Dios se muestra a Elías, lo que no era nada común. Fueron muy, muy pocos
lo que pudieron gozar de ese privilegio.
"Ajab refirió a Jezabel cuanto
había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Envió
Jezabel un mensajero a Elías diciendo: "Que los dioses me hagan esto y me añaden
esto otro si mañana a estas horas no he puesto tu alma igual que el alma de uno
de ellos". El tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a
Berseba de Judá y dejó allí a su criado.
El caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una
retama. Se deseó la muerte y dijo: "¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida, porque no
soy mejor que mis padres!" Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel
le tocó y le dijo: "Levántate y come". Miró y vio a su cabecera una torta cocida
sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar.
Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: "Levántate y come,
porque el camino es demasiado largo para ti". Se levantó, comió y bebió, y con
la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el
monte de Dios, el Horeb. Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue
dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: "¿Qué haces aquí Elías?". El dijo:
"Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu
alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo
yo solo y buscan mi vida para quitármela". Le dijo: "Sal y ponte en el monte
ante Yahveh". Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que
hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh
en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh
en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego.
Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su
rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida
una voz que le dijo: "¿Qué haces aquí, Elías?". El respondió: "Ardo en celo por
Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han
derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y
buscan mi vida para quitármela". Yahveh le dijo: "Anda, vuelve por tu camino
hacia el desierto de Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram. Ungirás a
Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel
Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar. Al que escape a la espada de Jazael
le hará morir Jehú, y al que escape a la espada de Jehú, le hará morir Eliseo.
Pero me reservaré 7.000 en Israel: todas las rodillas que no se doblaron ante
Baal, y todas las bocas que no le besaron".
Partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando.
Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima.
Pasó Elías y le echó su manto encima. El abandonó los bueyes, corrió tras de
Elías y le dijo: "Déjame ir a besar a mi padre y a mi madre y te seguiré". Le
respondió: "Anda, vuélvete, pues ¿qué te he hecho?".
Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su carne con el
yugo de los bueyes y dio a sus gentes, que comieron. Después se levantó, se fue
tras de Elías y entró a su servicio." (I Reyes 20:1-21).
Observemos que Dios, en este momento, se dedica a purificar a su "pueblo
elegido". Ahora, es su propia gente la que debe ser seleccionada, necesita
separar la paja del trigo: "me reservaré 7.000 en Israel: todas las rodillas que
no se doblaron ante Baal, y todas las bocas que no le besaron"; los que no se
habían rendido al politeísmo, a la adoración de dioses falsos.
Al fin Ajab muere en circunstancias que Dios había predicho. Y Elías sigue
realizando demostraciones de su cercanía con Dios.
"Después de la muerte de Ajab, Moab
se rebeló contra Israel. Ocozías se cayó por la celosía de su habitación de
arriba de Samaría; quedó maltrecho, y envió mensajeros a los que dijo: "Id a
consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, si sobreviviré a esta desgracia". Pero el
Ángel de Yahveh dijo a Elías tesbita: "Levántate y sube al encuentro de los
mensajeros del rey de Samaría y diles: ¿Acaso porque no hay Dios en Israel vais
vosotros a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por eso, así habla Yahveh: Del
lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás". Y Elías se fue.
Los mensajeros se volvieron a Ocozías y éste les dijo: "¿Cómo así os habéis
vuelto?". Le respondieron: "Nos salió al paso un hombre que nos dijo: "Andad,
volveos al rey que os ha enviado y decidle: Así habla Yahveh: ¿Acaso porque no
hay Dios en Israel envías tú a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por eso,
del lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás"". Les
preguntó: "¿Qué aspecto tenía el hombre que os salió al paso y os dijo estas
palabras?". Le respondieron: "Era un hombre con manto de pelo y con una faja de
piel ceñida a su cintura". El dijo: "Es Elías tesbita". Le envió un jefe de
cincuenta con sus cincuenta hombres, que subió a donde él; estaba él sentado en
la cumbre de la montaña, y le dijo: "Hombre de Dios, el rey manda que bajes".
Respondió Elías y dijo al jefe de cincuenta: "Si soy hombre de Dios, que baje
fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta". Bajó fuego del cielo que le
devoró a él y a sus cincuenta. Volvió a enviarle otro jefe de cincuenta, que
subió y le dijo: "Hombre de Dios. Así dice el rey: Apresúrate a bajar".
Respondió Elías y le dijo: "Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te
devore a ti y a tus cincuenta". Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus
cincuenta. Volvió a enviar un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta; llegó
el tercer jefe de cincuenta, cayó de rodillas ante Elías y le suplicó diciendo:
"Hombre de Dios, te ruego que mi vida y la vida de estos cincuenta tuyos sea
preciosa a tus ojos. Ya ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos jefes
de cincuenta anteriores y a sus cincuenta; pues que ahora mi vida sea preciosa a
tus ojos". El Ángel de Yahveh dijo a Elías: "Baja con él y no temas ante él". Se
levantó y bajó con él donde el rey, y le dijo: "Así dice Yahveh: Porque has
enviado mensajeros para consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, por eso, del
lecho al que has subido no bajarás, pues de cierto morirás". Murió según la
palabra de Yahveh que Elías había dicho, y reinó en su lugar su hermano Joram,
en el año segundo de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, porque él no tenía
hijos. " (II Reyes 1:1-17).
Impresionantes las demostraciones que realiza Yahveh a través de Elías. Pero
también lo son las de misericordia con el tercer jefe de cincuenta.
Llegan a su fin los días de Elías en la tierra y es llevado por Dios al cielo
-¡esto sí que no lo habíamos visto antes! Elías era alguien realmente especial
ante sus ojos-.
"Esto pasó cuando Yahveh arrebató a
Elías en el torbellino al cielo. Elías y Eliseo partieron de Guilgal. Dijo Elías
a Eliseo: "Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Betel". Eliseo dijo: "Vive
Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré". Y bajaron a Betel.
Salió la comunidad de los profetas que había en Betel al encuentro de Eliseo y
le dijeron: "¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu
cabeza?". Respondió: "También yo lo sé. ¡Callad!" Elías dijo a Eliseo: "Quédate
aquí, porque Yahveh me envía a Jericó". Pero él respondió: "Vive Yahveh y vive
tu alma, que no te dejaré", y siguieron hacia Jericó. Se acercó a Eliseo la
comunidad de los profetas que había en Jericó y le dijeron: "¿No sabes que
Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?". Respondió: "También
yo lo sé. ¡Callad!" Le dijo Elías: "Quédate aquí, porque Yahveh me envía al
Jordán". Respondió: "Vive Yahveh y vive tu alma que no te dejaré", y fueron los
dos. Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas vinieron y se quedaron
enfrente, a cierta distancia; ellos dos se detuvieron junto al Jordán. Tomó
Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de
otro, y pasaron ambos a pie enjuto. Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo:
"Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado". Dijo
Eliseo: "Que tenga dos partes de tu espíritu". Le dijo: "Pides una cosa difícil;
si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo
tendrás".
Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego
se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo le
veía y clamaba: "¡Padre mío, padre mío! Carro y caballos de Israel! ¡Auriga
suyo!" Y no le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos. Tomó el manto
que se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán.
Tomó el manto de Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está Yahveh, el Dios
de Elías?". Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó
Eliseo. Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente,
dijeron: "El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo". Fueron a su encuentro, se
postraron ante él en tierra, le dijeron: "Hay entre tus siervos cincuenta
hombres valerosos; que vayan a buscar a tu señor, no sea que el espíritu de
Yahveh se lo haya llevado y le haya arrojado en alguna montaña o algún valle".
El dijo: "No mandéis a nadie". Como le insistieran hasta la saciedad dijo:
"Mandad". Mandaron cincuenta hombres que le buscaron durante tres días, pero no
le encontraron. Se volvieron donde él, que se había quedado en Jericó, y les
dijo: "¿No os dije que no fuerais?"." (II Reyes 2:1-18).
No sólo Dios envía a buscarlo, sino que un momento antes él y su hijo habían
pasado caminando por el cauce seco del Jordán, se habían abierto sus aguas con
la mayor naturalidad ¿¡…!?, como si fuese algo de todos los días.
Espectacular, maravilloso, verdaderamente impresionante.
Seguramente era algo que iba a ser motivo de infinidad de comentarios por mucho
tiempo. Si bien no fue algo tan visible como había sido el cruce del Jordán por
los cientos de miles de israelitas, de todas maneras estaban presentes los
cincuenta profetas en la orilla contemplando el prodigio y seguramente lo iban a
comentar.
Luego de la partida de Elías, Eliseo cuenta con el beneplácito de Dios y
continúa realizando prodigios semejantes o tal vez mayores que los de su padre.
Eliseo junto con Elías fueron dos profetas que gozaron de una cercanía con Dios
muy grande. Era muy llamativa esta afinidad; si establecemos una comparación,
hoy serían, agentes encubiertos en otro país con un apoyo externo e inmunidad
sin límites. Ellos se enfrentan a personas muy poderosas que no tenían ningún
miramiento en matar a cualquiera; sin embargo, a ellos no los tocan, lo intentan
en algún momento, pero no los pueden tocar. Van y vienen, y hacen lo que deben
hacer para que se cumpla el plan de Dios sin que nadie pueda oponerse.
La naturalidad con que ellos realizan estos prodigios tiene que llamar nuestra
atención. Si vemos a Moisés abriendo al mar, observamos preparativos, asistimos
a un cierto ritual, lo mismo ocurre cuando cruzan el Jordán para ir a Jericó;
pero con Elías y Eliseo todo lo que acontece es natural: caminan, abren el río y
cruzan, y siguen conversando. Da la impresión que fueron casi ángeles de Dios
encarnados, cumpliendo determinada misión.
También es llamativo que, desde la narración de Rut, el tenor de la situación
general ha cambiado y se puede notar que entramos, en la historia contada, en
una meseta. Al menos, hasta la llegada de Elías y Eliseo donde empieza, otra
vez, una purificación profunda. Limpieza que se lleva a los idólatras y a sus
ídolos.
Mientras tanto, hubo casi dos cientos años de, no sé si decir calma -porque en
realidad existía todo tipo de luchas intestinas y fratricidas dentro del pueblo
elegido, al punto de que en este momento de la historia se encuentran divididos
en dos grupos, Israel y Judá, cada uno con su rey y en una situación, cuanto
menos, tirante-.
Este ciclo de limpieza-calma/distracción-limpieza es una constante.
Esta seudo calma, en el sentido de que no se perseguía con tanto ahínco a los
politeístas, a los idólatras -es más, eran estos mismos reyes quienes, a veces,
daban el (mal) ejemplo-, permitía que quienes estaban escondidos por las
persecuciones anteriores, se sintieran tranquilos y poco a poco expusieran sus
ritos y costumbres públicamente, lo que, llegado el momento, posibilitaría a
Dios separar nuevamente "la paja del trigo".
Al mismo tiempo y de manera paralela, se produce un hecho no menor: la tribu de
Judá, parece ser la más unida, la que menos se dispersa, mientras que las otras
tribus se muestran más proclives a integrarse con los otros pueblos, a mezclarse
con "los otros". Esto podría llegar a pasar desapercibido, a ser un tema menor,
un tema secundario, algo de lo que no vale la pena ocuparse, que se puede dejar
de lado hasta que no llegue una normal consecuencia, pero no es así. Esta
integración es fundamental, hace que los israelitas con sus ritos y costumbres y
su adoración al único dios, el dios de los hebreos lleven esta novedad hacia
afuera. Permite que "los otros" empiecen a conocer al único dios, al verdadero
dios, del que ya habían escuchado hablar, ¿quién no había escuchado relatos del
dios de los israelitas?, Por lo menos, en esa región, Yahveh ya era parte de las
vidas de sus habitantes, de una forma o de otra.
Se soslaya, cada vez mejor, la trama de fondo, la línea conductora, la tanza que
une las perlas de esta historia.
Cuando observamos una prenda demasiado de cerca puede ocurrir que lo único que
veamos sea la tela; y si nos acercamos más lo que veremos en detalle será la
forma en que los hilos se entrecruzan para formar la trama, y si vamos más cerca
aún, podremos ver cada filamento de esos hilos por separado. De la misma manera,
al alejarnos de esta historia, podemos comprender y ver que esos filamentos
tejen una tela que es parte de una prenda. Esto no significa que no sea
importante ver lo que ocurre con cada filamento del hilado de la tela, sino que,
para comprender qué es lo que vemos, debemos acercarnos y alejarnos
constantemente y de esa forma podremos tener la visión completa, o al menos, la
más aproximada de las fibras y la prenda.
De igual manera, si leemos la Biblia y analizamos cada versículo vamos a
encontrar en cada frase una enseñanza; lo que está bien, es correcto, es así,
cada versículo puede tener su enseñanza, y de hecho la tiene. Pero también es
importante ver la historia completa, en toda su extensión, para poder comprender
la línea general, el motivo general, la columna vertebral que le da significado
y motivo de ser.
La prenda que tomamos como ejemplo tiene un motivo de ser -sirve de vestimenta o
abrigo para alguien, no es útil sola en sí misma-, al igual que la Biblia y la
historia del pueblo elegido que tienen un motivo de ser, un motivo trascendental
de ser, y no como pieza simplemente literaria o relato histórico.
La historia del pueblo elegido tiene un motivo de ser, el pueblo elegido tiene
un motivo de ser, un motivo de existencia, un destino santo y trascendental, el
cual, lentamente se va develando, cada vez es mas claro el mandato de
erradicación del politeísmo y la preparación del terreno para la llegada del
Mesías.
***
Detengámonos en algunos de los hechos de la vida de Eliseo. Realmente vale la
pena conocerlos.
"Una de las mujeres de la comunidad
de los profetas clamó a Eliseo diciendo: "Tu siervo, mi marido, ha muerto; tú
sabes que tu siervo temía a Yahveh. Pero el acreedor ha venido a tomar mis dos
hijos para esclavos suyos". Eliseo dijo: "¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué
tienes en casa". Respondió ella: "Tu sierva no tiene en casa más que una orza de
aceite". Dijo él: "Anda y pide fuera vasijas a todas tus vecinas, vasijas
vacías, no te quedes corta. Entra luego y cierra la puerta tras de ti y tras de
tus hijos, y vierte sobre todas esas vasijas, y las pones aparte a medida que se
vayan llenando". Se fue ella de su lado y cerró la puerta tras de sí y tras de
sus hijos; éstos le acercaban las vasijas y ella iba vertiendo. Cuando las
vasijas se llenaron, dijo ella a su hijo: "Tráeme otra vasija". El dijo: "Ya no
hay más". Y el aceite se detuvo. Fue ella a decírselo al hombre de Dios, que
dijo: "Anda y vende el aceite y paga a tu acreedor, y tú y tus hijos viviréis de
lo restante".
Un día pasó Eliseo por Sunem; había allí una mujer principal y le hizo fuerza
para que se quedara a comer, y después, siempre que pasaba, iba allí a comer.
Dijo ella a su marido: "Mira, sé que es un santo hombre de Dios que siempre
viene por casa. Vamos a hacerle una pequeña alcoba de fábrica en la terraza y le
pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y cuando venga
por casa, que se retire allí".
Vino él en su día, se retiró a la habitación de arriba, y se acostó en ella.
Dijo él a Guejazí su criado: "Llama a esta sunamita". La llamó y ella se detuvo
ante él. El dijo a su criado: "Dile: Te has tomado todos estos cuidados por
nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que hablemos en tu favor al rey o
al jefe del ejército?". Ella dijo: "Vivo en medio de mi pueblo". Dijo él: "¿Qué
podemos hacer por ella?". Respondió Guejazí: "Por desgracia ella no tiene hijos
y su marido es viejo". Dijo él: "Llámala". La llamó y ella se detuvo a la
entrada. Dijo él: "Al año próximo, por este mismo tiempo, abrazarás un hijo".
Dijo ella: "No, mi señor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva". Concibió la
mujer y dio a luz un niño en el tiempo que le había dicho Eliseo. Creció el niño
y un día se fue donde su padre junto a los segadores. Dijo a su padre: "¡Mi
cabeza, mi cabeza!" El padre dijo a un criado: "Llévaselo a su madre". Lo tomó y
lo llevó a su madre. Estuvo sobre las rodillas de ella hasta el mediodía y
murió. Subió y le acostó sobre el lecho del hombre de Dios, cerró tras el niño y
salió. Llamó a su marido y le dijo: "Envíame uno de los criados con una asna.
Voy a salir donde el hombre de Dios y volveré". Dijo él: "¿Por qué vas donde él?
No es hoy novilunio ni sábado". Pero ella dijo: "Paz". Hizo aparejar el asna y
dijo a su criado: "Guía y anda, no me detengas en el viaje hasta que yo te
diga". Fue ella y llegó donde el hombre de Dios, al monte Carmelo. Cuando el
hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: "Ahí viene nuestra
sunamita. Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien tú? ¿Está bien
tu marido? ¿Está bien el niño?". Ella respondió: "Bien". Llegó donde el hombre
de Dios, al monte, y se abrazó a sus pies; se acercó Guejazí para apartarla,
pero el hombre de Dios dijo: "Déjala, porque su alma está en amargura y Yahveh
me lo ha ocultado y no me lo ha manifestado". Ella dijo: "¿Acaso pedí un hijo a
mi señor? ¿No te dije que no me engañaras?". Dijo a Guejazí: "Ciñe tu cintura,
toma mi bastón en tu mano y vete; si te encuentras con alguien no le saludes, y
y si alguien te saluda no le respondas, y pon mi bastón sobre la cara del niño".
Pero la madre del niño dijo: "Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré". El
pues, se levantó y se fue tras ella.
Guejazí había partido antes que ellos y había colocado el bastón sobre la cara
del niño, pero no tenía voz ni señales de vida, de modo que se volvió a su
encuentro y le manifestó: "El niño no se despierta". Llegó Eliseo a la casa; el
niño muerto estaba acostado en su lecho. Entró y cerró la puerta tras de ambos,
y oró a Yahveh. Subió luego y se acostó sobre el niño, y puso su boca sobre la
boca de él, sus ojos sobre los ojos, sus manos sobre las manos, se recostó sobre
él y la carne del niño entró en calor. Se puso a caminar por la casa de un lado
para otro, volvió a subir y a recostarse sobre él hasta siete veces y el niño
estornudó y abrió sus ojos. Llamó a Guejazí y le dijo: "Llama a la sunamita". La
llamó y ella llegó donde él. Dijo él: "Toma tu hijo". Entró ella y, cayendo a
sus pies, se postró en tierra y salió llevándose a su hijo.
Cuando Eliseo se volvió a Guilgal había hambre en el país. La comunidad de los
profetas estaba sentada ante él y dijo a su criado: "Toma la olla grande y pon a
cocer potaje para los profetas". Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas
comestibles; encontró una viña silvestre y recogió una especie de calabazas
silvestres hasta llenar su vestido; fue y las cortó en pedazos en la olla del
potaje, pues no sabía lo que era. Lo sirvieron después para que comieran los
hombres y, cuando estaban comiendo, comenzaron a gritar diciendo: "¡La muerte en
la olla, hombre de Dios!". Y no pudieron comer. El dijo: "Traedme harina", y la
echó en la olla. Dijo: "Repartid entre la gente". Comieron y no había nada malo
en la olla.
Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte
panes de cebada y grano fresco en espiga; y dijo Eliseo: "Dáselo a la gente para
que coman". Su servidor dijo: "¿Cómo voy a dar esto a cien hombres?". El dijo:
"Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará".
Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh. " (II Reyes
4:1-44).
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