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LA DEPORTACION EXTRANJEROS EN TIERRA EXTRAÑA - La Biblia 21/12/2024
En el año 720, el rey de Asiria conquista Samaría y deporta a los israelitas a
Asiria en Jalaj.
¿Cuáles son las connotaciones de esta deportación?, ¿y cómo afectó a los otros
cultos, a los cultos de "los otros"?
"Sucedió que, cuando comenzaron a
establecerse allí, no veneraban a Yahveh, y Yahveh envió contra ellos leones que
mataron a muchos. Entonces dijeron al rey de Asiria: "Las gentes que has hecho
deportar para establecerlas en las ciudades de Samaría no conocen el culto del
dios de la tierra, y ha enviado contra ellos leones que los matan, porque ellos
no conocen el culto del dios de la tierra".
El rey de Asiria dio esta orden: "Haced partir allá a uno de los sacerdotes que
deporté de allí; que vaya y habite allí y les enseñe el culto del dios de la
tierra". Vino entonces uno de los sacerdotes deportados de Samaría, se
estableció en Betel y les enseñó cómo debían reverenciar a Yahveh. Pero cada
nación se hizo sus dioses y los pusieron en los templos de los altos que habían
hecho los samaritanos, cada nación en las ciudades que habitaba. Las gentes de
Babilonia hicieron un Sukkot Benot, las gentes de Kutá hicieron un Nergal, las
gentes de Jamat hicieron un Asimá, los avitas hicieron un Nibjaz y un Tartaq y
los sefarvitas quemaban a sus hijos en honor de Adrammélek y Anammélek, dioses
de los sefarvitas.
Veneraban también a Yahveh y se hicieron sacerdotes en los altos, tomados de
entre ellos, que oficiaban por ellos en los templos de los altos.
Reverenciaban a Yahveh y servían a sus dioses según el rito de las naciones de
donde habían sido deportados." (II Reyes 17:25-33).
Intentemos ubicarnos allí en Asiria, en ese lugar y en ese tiempo.
El rey conquista un nuevo territorio y llegan del extranjero los habitantes para
esa tierra.
Esos recién llegados eran "los famosos" israelitas, los que habían salido de
Egipto, los que habían herido a Egipto con diez plagas, los que tenían un sólo
dios; no eran "cualquiera", no eran un pueblo más de los que habitaban el
desierto.
Me imagino que los asirios, al conocerlos, dirían: "¿así que ustedes son los
israelitas?", "¿así que ustedes son los que cruzaron el mar caminando?".
Seguramente escucharían con gran interés las historias sobre lo que el dios de
Israel había hecho.
Para colmo sucede que los leones se comen a la gente y el rey comprende, de
alguna manera, que es un tema de Dios, y que debía solucionarse inmediatamente.
Es interesante este punto, ya que, ni los envían de vuelta, ni los matan, todo
lo contrario, mandan a uno de los sacerdotes para que les enseñe el culto a
Yahveh; exacto, justamente, justamente lo que tenían que hacer...
La diáspora está cumpliendo su función, lleva el culto de Yahveh a otros lugares
y con Él el monoteísmo. Por supuesto, no cualquier monoteísmo, sino el
monoteísmo del dios del pueblo elegido.
Diáspora (griego: diasporá, dispersión) es la dispersión de
grupos étnicos o religiosos que han abandonado su lugar de procedencia
originaria y que se encuentran repartidos por el mundo, viviendo entre personas
que no son de su condición. Usualmente se ha empleado el término para referirse
al exilio judío fuera de la Tierra de Israel y la posterior dispersión de este
pueblo en todo el mundo
En esa época asume el reinado de Judá, Ezequías.
"En el año tercero de Oseas, hijo
de Elá, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey de Judá.
Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en
Jerusalén; el nombre de su madre era Abía, hija de Zacarías.
Hizo lo recto a los ojos de Yahveh enteramente como David su padre.
El fue quien quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y rompió la
serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los israelitas le habían
quemado incienso hasta aquellos días; se la llamaba Nejustán.
Confió en Yahveh, Dios de Israel. Después de él no le ha habido semejante entre
todos los reyes de Judá, ni tampoco antes.
Se apegó a Yahveh y no se apartó de él; guardó los mandamientos que Yahveh había
mandado a Moisés.
Yahveh estuvo con él y tuvo éxito en todas sus empresas; se rebeló contra el rey
de Asiria y no le sirvió.
El batió a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de guardia
hasta las ciudades fortificadas. " (II Reyes 18:1-8).
El rey de Asiria iba a invadir Judá, luego de haber conquistado a Israel.
Cuando Ezequías vio que ya no había nada que hacer frente a ese ejército rogó a
Yahveh por ayuda, Dios lo escucha y lo libra de este asedio.
El rey de Asiria envía un mensajero para amenazarlos y les hace saber que no van
a tener clemencia con ellos.
"Cuando lo oyó el rey Ezequías
desgarró sus vestidos, se cubrió de sayal y se fue a la Casa de Yahveh.
Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los sacerdotes ancianos
cubiertos de sayal, donde el profeta Isaías, hijo de Amós. Ellos le dijeron:
"Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de castigo y de vergüenza. Los
hijos están para salir del seno, pero no hay fuerza para dar a luz. ¿No habrá
oído Yahveh tu Dios, todas las palabras del copero mayor al que ha enviado el
rey de Asiria su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No castigará Yahveh tu
Dios, las palabras que ha oído? ¡Dirige una plegaria en favor del resto que aún
queda!"
Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías, éste les dijo: "Así
diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: No tengas miedo por las palabras que
has oído, con las que me insultaron los criados del rey de Asiria. Voy a poner
en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su tierra, y en su tierra yo
le haré caer a espada".
El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asiria atacando a Libná, pues
había oído que había partido de Lakís, porque había recibido esta noticia acerca
de Tirhacá, rey de Kus: "Mira que ha salido a guerrear contra ti".
Volvió a enviar mensajeros para decir a Ezequías: "Así hablaréis a Ezequías, rey
de Judá: No te engañe tu Dios en el que confías pensando: "No será entregada
Jerusalén en manos del rey de Asiria". Bien has oído lo que los reyes de Asiria
han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar!
¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis padres
aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en Tel Basar?
¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de Sefarváyim, de
Hená y de Ivvá?".
Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió a la
Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh.
Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh: "Yahveh, Dios de Israel, que estás
sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, tú el
que has hecho los cielos y la tierra.
¡Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira! Oye las
palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo.
Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asiria han exterminado las naciones y han
entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses, sino hechuras de mano
de hombre, de madera y de piedra, y por eso han sido aniquilados. Ahora pues,
Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán todos los reinos de la
tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh".
Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: "Así dice Yahveh, Dios de
Israel: He escuchado tu plegaria acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Esta es la
palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te desprecia, ella te hace burla,
la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus espaldas, la hija de Jerusalén. ¿A
quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu voz y levantas tus
ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel! Por tus mensajeros insultas a Adonay
y dices: Con mis muchos carros subo a las cumbres de los montes a las laderas
del Líbano, derribo la altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el
postrer de sus refugios, su jardín del bosque. Yo he cavado y bebido en
extranjeras aguas. Secaré bajo la planta de mis pies todos los Nilos del Egipto.
¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días lo había
planeado. Ahora lo ejecuto. Tú convertirás en cúmulos de ruinas las fuertes
ciudades. Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son plata del
campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento de
Oriente. Si te alzas o te sientas, si sales o entras, estoy presente y lo sé.
Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a
poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a devolverte por la
ruta por la que has venido. La señal será ésta: Este año se comerá lo que
rebrote, lo que nazca de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad,
plantad las viñas y comed su fruto. El resto que se salve de la casa de Judá
echará raíces por debajo y frutos en lo alto. Pues saldrá un Resto de Jerusalén,
y supervivientes del monte Sión; el celo de Yahveh Sebaot lo hará. Por eso, así
dice Yahveh al rey de Asiria: No entrará en esta ciudad. No lanzará flechas en
ella. No le opondrá escudo, ni alzará en contra de ella empalizada. Volverá por
la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad. Palabra de Yahveh. Protegeré a
esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo David.
Aquella misma noche salió el Ángel de Yahveh e hirió en el campamento asirio a
185.000 hombres; a la hora de despertarse, por la mañana, no había más que
cadáveres. Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en Nínive.
Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok, sus hijos
Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo en el país de
Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar." (II Reyes 19:1-37).
Muy interesante lo de: "desde viejos días lo había planeado. Ahora lo
ejecuto"...
Es evidente que el mecanismo de avance y retroceso es parte de la maquinaria de
Dios.
Los ciclos de limpieza-calma/distracción-limpieza continúan.
Luego de Ezequías, reina Manasés quien vuelve a generar las condiciones para que
los adoradores de falsos dioses e idólatras regresen y regresen con más bríos.
"Manasés tenía doce años cuando
comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí
Baj.
Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que
Yahveh había expulsado delante de los israelitas.
Volvió a edificar los altos que había destruido su padre Ezequías, alzó altares
a Baal e hizo un cipo como lo había hecho Ajab, rey de Israel; se postró ante
todo el ejército de los cielos y les sirvió.
Construyó altares en la Casa de la que Yahveh había dicho: "En Jerusalén pondré
mi Nombre".
Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de
Yahveh. Hizo pasar a su hijo por el fuego; practicó los presagios y los
augurios, hizo traer los adivinos y nigromantes, haciendo mucho mal a los ojos
de Yahveh y provocando su cólera.
Colocó el ídolo de Aserá, que había fabricado, en la Casa de la que dijo Yahveh
a David y Salomón su hijo: "En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre
todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre. No haré errar más los
pasos de Israel fuera de la tierra que di a sus padres, con tal que procuren
hacer según todo lo que les he mandado y según toda la Ley que les ordené por mi
siervo Moisés". Pero no han escuchado, y Manasés los ha extraviado para que
obren el mal más que las naciones que había aniquilado Yahveh delante de los
israelitas. Entonces habló Yahveh por boca de sus siervos, los profetas,
diciendo: "Porque Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones, haciendo
el mal más que cuanto hicieron los amorreos antes de él, haciendo que también
Judá pecase con sus ídolos, por eso, así habla Yahveh, Dios de Israel: Voy a
hacer venir sobre Jerusalén y Judá un mal tan grande que a quienes lo oyeren les
zumbarán los oídos. Extenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y el nivel de
la casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, que se le vuelve
del revés después de fregado. Arrojaré el resto de mi heredad y los entregaré en
manos de sus enemigos; serán presa y botín de todos sus enemigos, porque
hicieron lo que es malo a mis ojos y me han irritado desde el día en que sus
padres salieron de Egipto hasta este día".
Manasés derramó también sangre inocente en tan gran cantidad que llenó a
Jerusalén de punta a cabo, aparte del pecado que hizo cometer a Judá haciendo lo
que es malo a los ojos de Yahveh.
(…)
Manasés se acostó con sus padres y fue sepultado en el jardín de su casa, en el
jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Amón.
Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar y reinó dos años en Jerusalén;
el nombre de su madre era Mesullémet, hija de Jarús de Yotbá.
Hizo el mal a los ojos de Yahveh como había hecho su padre Manasés.
Caminó enteramente por el camino que siguió su padre, sirvió a los ídolos a los
que sirvió su padre y se postró ante ellos.
Abandonó a Yahveh, Dios de sus padres, y no anduvo por el camino de Yahveh.
Los siervos de Amón se conjuraron contra él y mataron al rey en su casa.
Mató el pueblo de la tierra a todos los conjurados contra el rey Amón, y el
pueblo de la tierra proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.
(…)
Le sepultaron en su sepulcro, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo
Josías." (II Reyes 21:1-26).
Estos sucesos se desarrollan cerca del año 600 a.C. (seiscientos antes de Cristo), nuevamente se avecina otra limpieza.
"Josías tenía ocho años cuando
comenzó a reinar y reinó 31 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yedidá,
hija de Adías, de Boscat.
Hizo lo recto a los ojos de Yahveh y anduvo enteramente por el camino de David
su padre, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda." (II Reyes 22:1-2).
"El rey ordenó a Jilquías, al segundo de los sacerdotes y a los encargados del
umbral que sacaran del santuario de Yahveh todos los objetos que se habían hecho
para Baal, para Aserá y para todo el ejército de los cielos; los quemó fuera de
Jerusalén en los yermos del Cedrón y llevó sus cenizas a Betel.
Suprimió los sacerdotes paganos que pusieron los reyes de Judá y que quemaban
incienso en los altos, en las ciudades de Judá y en los contornos de Jerusalén,
a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros celestes y a
todo el ejército de los cielos.
Sacó la Aserá de la Casa de Yahveh fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón, la
quemó allí en el torrente Cedrón, la redujo a cenizas y arrojó las cenizas a las
tumbas de los hijos del pueblo.
Derribó las casas de los consagrados a la prostitución que estaban en la Casa de
Yahveh y donde las mujeres tejían velos para Aserá.
Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los altos
donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba.
Derribó los altos de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué,
gobernador de la ciudad, a la izquierda según se pasa la puerta de la ciudad.
Con todo, los sacerdotes de los altos no podían acercarse al altar de Yahveh en
Jerusalén, aunque comían los panes ázimos en medio de sus hermanos.
Profanó el Tofet del valle de Ben Hinnom, para que nadie hiciera pasar por el
fuego a su hijo o a su hija en honor de Mólek.
Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al Sol, a la entrada
de la Casa de Yahveh, cerca de la habitación del eunuco Netán Mélek, en las
dependencias, y quemó el carro del Sol. Los altares que estaban sobre el terrado
de la habitación superior de Ajaz, que hicieron los reyes de Judá, y los altares
que hizo Manasés en los dos patios de la Casa de Yahveh, el rey los derribó, los
rompió allí y arrojó sus cenizas al torrente Cedrón.
El rey profanó los altos que estaban frente a Jerusalén, al sur del Monte de los
Olivos, que Salomón, rey de Israel, había construido a Astarté, monstruo
abominable de los sidonios, a Kemós, monstruo abominable de Moab, y a Milkom,
abominación de los amonitas.
Rompió las estelas, cortó los cipos y llenó sus emplazamientos de los huesos
humanos. También el altar que había en Betel y el alto que hizo Jeroboam, hijo
de Nebat, el que hizo pecar a Israel, derribó este altar y este alto, rompió las
piedras, las redujo a polvo, y quemó el cipo.
Volvió la cabeza Josías y vio los sepulcros que habían allí en la montaña; mandó
tomar los huesos de las tumbas y los quemó sobre el altar, profanándolo, y
cumpliéndose así la palabra de Yahveh que había dicho al hombre de Dios cuando
Jeroboam estaba en pie junto al altar durante la fiesta.
(…)
También hizo desaparecer Josías todos los templos de los altos de las ciudades
de Samaría que hicieron los reyes de Israel, irritando a Yahveh, e hizo con
ellos enteramente como había hecho en Betel.
Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que se encontraban
allí y quemó sobre ellos huesos humanos. Y se volvió a Jerusalén.
El rey dio esta orden a todo el pueblo: "Celebrad la Pascua en honor de Yahveh,
vuestro Dios, según está escrito en este libro de la alianza". No se había
celebrado una Pascua como está desde los días de los Jueces que habían juzgado a
Israel, ni en los días de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. Tan sólo
en el año dieciocho del rey Josías se celebró una Pascua así en honor de Yahveh
en Jerusalén. También los nigromantes y los adivinos, los terafim y los ídolos y
todos los monstruos abominables que se veían en la tierra de Judá y en
Jerusalén, fueron eliminados por Josías, para poner en vigor las palabras de la
Ley escritas en el libro que encontró el sacerdote Jilquías en la Casa de
Yahveh.
No hubo antes de él ningún rey que se volviera como él a Yahveh, con todo su
corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, según toda la ley de Moisés, ni
después de él se ha levantado nadie como él. Sin embargo, Yahveh no se volvió
del ardor de su gran cólera que se había encendido contra Judá por todas las
irritaciones con que le había irritado Manasés. Yahveh había dicho: "También a
Judá apartaré de mi presencia, como he apartado a Israel, y rechazaré a esta
ciudad que había elegido, a Jerusalén y a la Casa de que había dicho: Mi Nombre
estará en ella"." (II Reyes 23:4-27)
Los reyes se suceden y al fin llegan las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien, conquista Judá y deporta a todos aquellos que ostentaban algún rango y a los adinerados, allí permanecen sólo los pobres.
"Al pueblo que quedó en la tierra
de Judá y que había dejado Nabucodonosor, rey de Babilonia, le puso por
gobernador a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán.
Todos los jefes de tropas y sus hombres oyeron que el rey de Babilonia había
puesto por gobernador a Godolías y fueron donde Godolías a Mispá: Ismael, hijo
de Netanías, Yojanán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet el netofita,
Yaazanías de Maaká, ellos y sus hombres.
Godolías les hizo un juramento, a ellos y a sus hombres, y les dijo: "No temáis
nada de los siervos de los caldeos, quedaos en el país y servid al rey de
Babilonia, y os irá bien". Pero en el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías,
hijo de Elisamá, que era de linaje real, vino con diez hombres e hirieron de
muerte a Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él, en Mispá.
Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande, y los jefes de
tropas se levantaron y se fueron a Egipto, porque tuvieron miedo de los
caldeos." (II Reyes 25:22-26)
En el siguiente párrafo del Libro Segundo de las Crónicas, se puede apreciar un resumen de los hechos desde Nabucodonosor hasta Ciro de Persia.
"Yoyaquim tenía veinticinco años
cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén.
Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios.
Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y le ató con cadenas de bronce
para conducirle a Babilonia.
Nabucodonosor llevó también a Babilonia algunos objetos de la Casa de Yahveh que
depositó en su santuario, en Babilonia. El resto de los hechos de Yoyaquim, las
abominaciones que cometió y todo lo que le sucedió, está escrito en el libro de
los reyes de Israel y de Judá. En su lugar reinó su hijo Joaquín.
Joaquín tenía ocho años cuando empezó a reinar, y reinó tres meses y diez días
en Jerusalén; hizo el mal a los ojos de Yahveh.
A la vuelta de un año mandó el rey Nabucodonosor que le llevasen a Babilonia,
juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de Yahveh, y puso por rey en
Judá y Jerusalén a Sedecías, hermano de Joaquín.
Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en
Jerusalén. Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios, y no se humilló ante el
profeta Jeremías que le hablaba por boca de Yahveh. También él se rebeló contra
el rey Nabucodonosor, que le había hecho jurar por Dios; endureció su cerviz y
se obstinó en su corazón, en vez de volverse a Yahveh, el Dios de Israel. Del
mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus
infidelidades, según todas las costumbres abominables de las gentes, y mancharon
la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en Jerusalén.
Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de
sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos
se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de
sus profetas, hasta que subió la ira de Yahveh contra su pueblo a tal punto que
ya no hubo remedio. Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que
mató a espada a los mejores en la Casa de su santuario, sin perdonar a joven ni
a doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano. Todos los
objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la Casa de Yahveh
y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo llevó a Babilonia. Incendiaron
la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén: pegaron fuego a todos
sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de
la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus
hijos hasta el advenimiento del reino de los persas; para que se cumpliese la
palabra de Yahveh, por boca de Jeremías: "Hasta que el país haya pagado sus
sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los
setenta años".
En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de
Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia,
que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: "Así habla Ciro,
rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la
tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien
de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!"" (II
Crónicas 36:5-23)
La "onda expansiva", podríamos decir, del pueblo elegido ya había llegado
bastante más allá y "los otros", aun los más alejados, ya conocían a Yahveh.
Para ubicarnos, el imperio persa ocupó lo que hoy sería: noroeste de África
sobre el mar Mediterráneo, parte de Egipto sobre el Nilo, Jordania e Israel,
-donde estaban originalmente los israelitas-, Turquía, Siria, Bulgaria, Rumania,
Irán, Afganistán, y Pakistán, aproximadamente.
El sistema había funcionado, obviamente, y la maquinaria de Yahveh expandía los
horizontes del Dios del pueblo elegido:
Esta frase lo resume: "Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los
cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le
edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su
pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!"
- ¿El rey de Persia?, ¿eso dijo el rey de Persia? - pregunta mi hijo Lautaro.
- Sí, exactamente, así fue…
En el 500 AC (quinientos antes de Cristo), aproximadamente, los israelitas, de
las tribus de Israel, y los judíos, de la tribu de Judá, habían iniciado el
retorno desde el exilio.
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