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La Marcha en el Desierto 20/11/2024
«El pueblo profería quejas amargas a los oídos de Yahveh, y Yahveh lo oyó. Se encendió su ira y ardió un fuego de Yahveh entre ellos y devoró un extremo del campamento.
El pueblo clamó a Moisés y Moisés intercedió ante Yahveh, y el fuego se apagó. Por eso se llamó aquel lugar Taberá, porque había ardido contra ellos el fuego de Yahveh.
La chusma que se había mezclado al pueblo se dejó llevar de su apetito. También los israelitas volvieron a sus llantos diciendo: "¿Quién nos dará carne para comer? Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, y de los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos! En cambio ahora tenemos el alma seca. No hay de nada. Nuestros ojos no ven más que el maná.
«El maná era como la semilla del cilantro; su aspecto era como el del bedelio.
El pueblo se desparramaba para recogerlo; lo molían en la muela o lo majaban en el mortero; luego lo cocían en la olla y hacían con él tortas. Su sabor era parecido al de una torta de aceite.
Cuando, por la noche, caía el rocío sobre el campamento, caía también sobre él el maná.
«Moisés oyó llorar al pueblo, cada uno en su familia, a la puerta de su tienda. Se irritó mucho la ira de Yahveh. A Moisés le pareció mal, y le dijo a Yahveh: "¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la carga de todo este pueblo? ¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: "Llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres?" ¿De dónde voy a sacar carne para dársela a todo este pueblo, que me llora diciendo: Danos carne para comer? No puedo cargar yo solo con todo este pueblo: es demasiado pesado para mí. Si vas a tratarme así, mátame, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, para que no vea más mi desventura".» (Números 11:1-15)
Así habrían de ser los cuarenta años que duró la marcha en el desierto. Quejas continuas de parte el pueblo israelita y Dios perdiendo la paciencia. ¿Qué muestras necesitaban para creer? ¿Es que no habían tenido suficientes?
Creo que ellos se sentían arrastrados hacia un destino que no habían pedido, y que posiblemente no les importaba. No les importaba la alianza hecha entre Dios y Abraham, ni las alianzas siguientes.
Me parece que el sentimiento era el de percibirse atrapados. No podían volver, y lo que veían por delante era, por lo menos, muy complicado. No creían que Dios les fuera a dar la "Tierra Prometida", y ni siquiera se la querían ganar. No les interesaba.
El punto clave e irrevocable era, que no tenían opción; y eso los asustaba.
En un punto, me parece, que no se los puede culpar, no se daban cuenta del papel que cumplían en esta obra de Dios. El papel protagónico que Dios les había dado en una historia que era fundamental para la humanidad, que iba a cambiar a la vida de los hombres, que iba a generar un antes y un después, un papel para el cual habían sido escogidos, el papel del "pueblo elegido". El problema era que ellos, los israelitas no entendían para qué habían sido elegidos.
***
Lautaro se ríe y me dice:
-"Estábamos tan bien en Egipto".
Si, comparto con él, la frase resume la incomprensión del pueblo elegido acerca de su destino, de su motivo de ser.
El pueblo hebreo iba a tener que encargarse de erradicar el politeísmo y preparar el terreno para la llegada de una nueva era y aún no lo sabían, es más, es posible que nunca llegaran a darse cuenta.
***
Bien. Dios escuchó a Moisés, cedió su enojo, y les dio carne.
Sopló un viento que trajo codornices, muchas codornices, codornices para alimentar a novecientas mil personas. Pero Dios le dijo a Moisés:
«"Y al pueblo le dirás: Santificaos para mañana, que vais a comer carne, ya que os habéis lamentado a oídos de Yahveh, diciendo: "¿Quién nos dará carne para comer? Mejor nos iba en Egipto". Pues Yahveh os va a dar carne, y comeréis. No un día, ni dos, ni cinco, ni diez ni veinte la comeréis, sino un mes entero, hasta que os salga por las narices y os dé náuseas, pues habéis rechazado a Yahveh, que está en medio de vosotros, y os habéis lamentado en su presencia, diciendo: ¿Por qué salimos de Egipto?"» (Números 11:18-20).
Y el pueblo juntó a las codornices y comieron, y comieron, y comieron.
«Y todavía tenían la carne entre los dientes, todavía la estaban masticando, cuando se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo, y lo hirió Yahveh con una plaga muy grande.
Se llamó a aquel lugar Quibrot Hattaavá, porque allí sepultaron a la muchedumbre de glotones.» (Números 11:33-34).
Sobran los comentarios…
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